domingo, 4 de marzo de 2012

¡Qué gusto volver a verla! Martín Hache.



    Ya, sin pensar ni corregir más, como está, lo importante es soltar cuanto puedas con el único límite que me impongo, no ser obsceno: un toque, tac y a publicar.
  Prefiero siempre seleccionar los fragmentos exactos que me interesan, pero estaba vago y verla o volverla a ver, es lo mejor que puede uno hacer.   


   Tras ver algunos trozos de Lugares comunes, vuelvo a ver Martín Hache con el escaso recuerdo de su final (que ahora me doy cuenta tenía cambiado en mi memoria para variar). 
 A la media hora por no decir medio minuto comienzan las identificaciones destacando la que sabía iba a ocurrir, Hache. Lo grave es que él tiene 19 años, se comporta como si tuviera 14 y no encuentra su lugar, aullando porque su entorno familiar le ayude a encontrarlo.¿O es su entorno quién se siente descolocado ante esta nueva presencia que no se acomoda? Esa incomodidad mutua, les hará moverse a todos.

   
  Yo no sabía que a mi edad, una decepción sentimental pudiera hacer tanto daño, ponerte tan contra la pared y obligarte a cuestionarte hasta tu nombre, pero así es.
  
   También el ser, ser padre, poder dar lo poco que consideras válido y tienes, aunque te halla servido aparentemente para tan poco.

   Entre callar, la ausencia inconsciente de la no respuesta y la cólera en cualquiera de sus direcciones, se trata de encontrar a tiempo las palabras, si es posible las palabras correctas, pero son incluso mejores las incorrectas que la callada por respuesta.


   Devolverle las llaves y decirle que esta es su casa es lo que me pide el cuerpo y del cuerpo, el corazón. Estoy hasta el orto de ser razonable, me lleva cagando la vida entera el ser razonable.

                                      

 Da igual lo que haga, da igual lo que sienta ni como responda, acercarme al bar en que le devolví sus cosas y darle esas llaves, creo incluso que me lo debo a mi también.



  Esto es otra cosa, pero me lo he encontrado y en seguida se ha asociado, solito.




  Algo se acabó, no se bien el qué, pero aunque intentara negarlo es así, se acabó. He de descubrir exactamente el qué y obrar en consecuencia. Haciéndolo, podré reconducir mi vida por el camino que jamás debí abandonar.


   Solo admito a personas que me quieran, no quiero volver a tener trato, ningún tipo de trato o trata con personas que no me quieran. Es idealismo rancio, lo se, pero lo siento así y eso, parece que no lo quiero saber.


   
   Es así, aunque sea cine y por lo tanto mentira o ficción, cuando Eusebio se quita la peluca y abandona el teatro no queriendo ser cómplice, lo hace por él y por Hache y así es como tiene que ser. Llevo intoxicándome 29 años en televisión ¿Para qué? ¿Para morir lentamente por la acción del veneno? No pienso seguir, no puedo seguir, no hay más opción que hacer el túnel y huir.

   


No podemos hablar, te escribo. 
¡Qué horror! Se niega a reconocer su propio fracaso como padre y lo rubrica pero lo peor es que yo también he pronunciado o pensado esas mismas palabras más de una vez.
   
   Y yo todavía, pensando en las llaves, con el daño que me hizo, inconscientemente en su mayor parte, pero daño al fin, daño que como todo en la vida, me llevó primero al borde del precipicio deseando ingerirlo y me trajo, espero que pronto sea así, a tener en mis manos la decisión de cambiar mi vida. No terminaré de flipar con las vueltas que si uno intenta aprender, puede llegar a darte la cabeza primero y tu vida después.




Pero la identificación más fuerte es con Alicia, el personaje de Cecilia Roth, aunque de eso no quiero hablar. Esto lo he escrito justo antes del plano de los Rohipnol. La identificación con ella es personal, sobretodo por cuanto la lleva a pasitos desde el principio, hasta la escena de la playa con Juan Diego Botto, donde no ve solución a su relación con el padre. La memoria me la ha vuelto a jugar, creía que era el hijo quien terminaba así y sin embargo es ella. ¡Curioso el lapsus!


                

 

  Había visto dos veces esta película pero algo hay en ella que me ha llevado a olvidarla con tanto ahínco y a volver a verla para  entenderla, aceptarla y obrar en consecuencia.

            



 Hablo con metáforas porque me parecen más claras que las palabras claras ¿O acaso han sido claras las palabras claras alguna vez?
  Peli, que bonita palabra, como resta importancia a cuanto puede haber detrás ¡Qué humilde! ¡Qué sabia! Le tengo cariño a esa palabra, mucho cariño a esa         palabra.




Merece la pena vivir por la gente que queremos.   






A lo mejor tengo talento para ser mediocre.

                                                                                      Adolfo Aristarain.







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