jueves, 26 de julio de 2012

RUPERTO CASTRESANA GARAYGORTA - BORRADOR DE UNA CARTA, FOTOS, LEGAJOS Y MEMORIA.


ABUELOS 

Te hago un relato de lo que sé de la historia de los abuelos sin la más mínima  pretensión narrativa o literaria. pero con mucho amor y   la inmensa ternura que me produce recordar todos estos hechos que al fin y a la postre   forman parte de  nosotros mismos, nuestra  historia, nuestras raíces. 

Paciencia, que soy de las que se lían. De hecho yo también me plantee narrar la historia de la familia para conocimiento de las generaciones futuras Castresana-Arana pero desistí por lo complejo del tema ya que si me autocorrijo lo vuelvo a rehacer una y otra vez y no acabo nunca. Sobre todo porque me une una gran amistad con muchos de los hijos y nietos  (excepto Ibarrolas)de los causantes del calvario que les tocó vivir y no quise ni hacerles daño ni poner en riesgo esa amistad. En la tercera generación todo “se arreglo”  Sobre todo porque siempre recuerdo las palabras de la abuela,” los hijos no tienen la culpa de los errores de los padres y lo pasado, pasado está.” Y el legado del abuelo “olvidar y vivir sin rencor”

La historia de los  abuelos, porque es una misma vivencia de dos personas vinculadas por el amor, respeto y apoyo que se prodigaron hasta y más allá del final,  la conozco por ,   lo que me contaron, principalmente  la abuela, la tía Consuelo y mi madre .quienes sufrieron los hechos que acontecieron en primera persona Incluso lo que escuché  a  Begoña y Estibaliz aunque ellas también lo sabían por referencias. Vivieron muchos años con los abuelos y toda la vida con la abuela. Pero ha sido mi madre quien me ha corregido algunos errores que tenía y quien me ha ampliado muchos datos.

Conocí al abuelo, mi padrino,  de muy niña y por desgracia muy poco tiempo. Aún así tengo bastantes recuerdos de él aunque algunos sean como flashes. Le recuerdo en Llodio, siempre con traje azul (el del trabajo en la ferretería ), camisa blanca y su reloj de bolsillo,  Contándome cuentos, llevándome  en carretilla,  acompañándole a la fuente a por agua fresquita. Siempre alegre, muy “niñero”   siempre cariñoso. Siempre cantando. Gozaba de una voz preciosa de tenor y cantaba ópera y zarzuela como un profesional.  A pesar de los años transcurridos conservo vivas imágenes de él.

La descripción que te he dado de su carácter se corresponde con su forma de ser. Era una persona alegre, cariñosa, positiva que trabajaba mucho pero le gustaba divertirse. Con mucha mano izquierda .Siempre con una buena palabra, un buen consejo, pendiente de su familia. Una buena persona que pese a todo lo que le tocó sufrir, fue capaz de seguir viviendo sin rencor. Poco antes de morir le dijo al sacerdote que fue  a asistirle que perdonaba de corazón a todos los que le hicieron tanto daño. Esta fue la herencia que dejo a sus hijos, que perdonasen ellos también, que olvidasen y vivieran en paz. De hecho cuando años más tarde con la democracia y el socialismo, se podían reclamar propiedades requisadas en la guerra, ni la abuela, ni ninguno de sus hijos quiso mover un dedo. La abuela decía que lo que había pasado no tenía vuelta de hoja, que ya habían transcurrido demasiados años y que ahora se iba a perjudicar a terceras personas (el famoso los hijos no tienen culpa) que no quería nada y que en honor al abuelo y su legado, olvidado estaba.
Ante un determinado problema la filosofía del abuelo  era: “Si no tiene solución no le des más vueltas, quédate con lo que la situación  te haya enseñado y olvídalo. Si tiene solución déjate de lamentaciones y ponte en marcha”

Con la abuela María tuve la gran suerte de convivir muchos años. La abuela María de gran corazón, era de carácter más reservado pero siempre pendiente de todo el mundo. Detallista, protectora, sacrificada, trabajadora incansable. De esas personas que no meten ruido, pausada, que parece que no se nota su presencia peo que cuando no están te das cuenta de su valor  y la echas terriblemente de menos. No me refiero solamente a cuando la pierdes sino en la vida diaria. Una mujer de gran inteligencia. Menudita pero de rompe y rasga y con una gran fuerza interior.

Fue ella la que de la noche a la mañana pasó del todo a la nada. Sin marido, sin hogar, sola y con 5 hijos a su cargo. Ella sacó adelante a la familia. Pasó una y mil penurias pero jamás salió una queja de sus labios, jamás suspiró por los buenos tiempos pasados

El abuelo y la abuela nacieron en Amurrio. Sería cuestión de comprobar en el Archivo Diocesano de Álava las fechas exactas, los nombres sus padres etc., creo que se puede hacer por Internet.

El abuelo Ruperto vivía en  el mismo pueblo, en un caserío que todavía puede verse.
U anécdota que muestra pate de su carácter jovial es que en sus años jóvenes, como lo dejaban salir de noche a verbenas y otros festejos, ponía un carro con paja debajo del balcón, saltaba del balcón al carro, se iba y cuando regresaba hacía el camino al inversa, del carro al balcón y no enteraban de que había salido. Años más tarde, cuando su madre, nuestra bisabuela se quedó, viuda, se fue a vivir con ellos.  Era una mujer de  carácter difícil, al menos en sus últimos años, a la que la abuela cuidó con mimo a pesar de que se las hacía pasar muy mal, hasta trataba de pegarle con la cachaba que utilizaba.

El abuelo Ruperto era el cartero de Amurrio. Repartía las cartas, ayudaba en la administración  e incluso sustituía al Jefe de Correos en numerosas ocasiones.

Conoció a la abuela María llevando el correo al palacio de Azpiunza  donde ésta trabajaba como Ama de llaves y doncella personal de la Señora, tanto cuando estaban en Amurrio como en Madrid. La familia Azpizua era originaría de Amurrio pero afincada en Madrid. También ejercía de Ama de Llaves.

La abuela se hizo con el puesto de confianza por su saber estar y porque  a pesar de venir de Mariaca, un caserío en el monte, sabía leer, escribir y tenía conocimientos de matemáticas, lo que no era muy usual en aquella época en las zonas rurales.

Entre sus funciones, se hallaba la de recoger y repartir el correo. De hecho era la única persona autorizada para hacerlo. Ni siquiera los hijos de la familia tenían tal privilegio.

De esta  forma, conversando entre entrega y entrega del correo se enamoraron. Recuerdo que la abuela  contaba que aprovechaban las romerías y verbenas en la plaza del pueblo para ponerse juntos para bailar la jota los puerros (bailes típicos) y rozarse “las manos”. Definitivamente, eran otros tiempos.

Una anécdota curiosa es que la abuela tenía dos pretendientes, el abuelo y otro señor. Al parecer había un duelo entre ambos para ver quien la rondaba y quien se retiraba del cortejo. El abuelo esgrimía que entre ellos ya había “feeling”   Al final decidieron jugarse a las cartas quien se retiraba y ya sabes quien ganó.  El abuelo  jugaba muy bien a las cartas y me imagino que confió  en sus dotes y como él decía en que ambos estaban destinados a estar juntos.

Retomando la historia, una vez formalizado el  noviazgo, decidieron casarse y emprender una nueva vida.

El abuelo siguió con su trabajo de cartero pero la abuela dejó la casa Azpizua con gran disgusto de los Señores que por el cariño que la habían tomado, la dotaron, le dieron un dinero y la canastilla completa para el primer hijo que tuvieran.

Alquilaron  “El Boliche”, la casa, el bar en el bajo y la barbería.
Montaron un bar restaurante aprovechando el don de gentes del abuelo para la clientela y lo buena cocinera y gobernanta que era la abuela.

En El Boliche nacieron todos sus hijos.



Trabajaron duro pero resultó todo un éxito. Daban un montón de comidas. En uno de los comedores, se organizaban comidas de negocios. Allí acudían  señores de Orduña y  otros pueblos para sus comidas de trabajo y  celebraciones.

Al poco tiempo ya tenían servicio, muchachas para la casa y niñeras para los hijos que iban teniendo.

Alcanzaron un nivel de vida muy alto. Tenían todo lo más moderno,  coche, uno de los muy poquitos que circulaban por aquel entonces. Se desplazaban con mucha frecuencia a Bilbao para visitas privadas a médicos, compras, merendar con los niños e ir al teatro y a los toros. Ambos eran muy amantes del teatro, la revista, la zarzuela y los toros. El coche lo utilizaban para su propio servicio y como una especie del taxis actual. El chofer, por supuesto, era el abuelo.

La pasión del abuelo eran los toros.  Además de asistir a cuantas corridas podía como espectador, le encantaba torear. Era espada. Acompañado muchas veces por el tío José, el marido de la tía Valentina, hermana pequeña de la abuela, recorrían cuantas plazas podía. No vestían de luces sino de corto.  La tía María Jesús era Manola junto con otras chicas de su edad, en la plaza de Amurrio.

Años más tarde, cuando ya vivían en Llodio, brindaban su casa a los toreros que iban allí a torear. Uno de mis recuerdos de tierna infancia, tendría unos 3 años,  que se quedó tabardo en mi mente, fue precisamente verles salir de su  habitación ya vestidos de luces  y arrodillarse  a rezar ante una imagen de la Virgen.

Los abuelos eran socialistas republicanos de convicción.  Vivian muy bien pero ambos trabajaban mucho. Aún así compartían lo que tenían. . En la abundancia y años más tardes, cuando vivía con lo justito, la abuela María daba lo que tenía,  ella,  no lo que le sobraba.  Nunca he visto una mujer más desprendida y que pensará tanto en los demás que ella, salvo mi madre por aquello de que de casta le viene al galgo. Disfrutaba más dando, aún quitándoselo ella que recibiendo.

En el restaurante se daba de comer todos los días a los pobres “oficiales” del pueblo, que comían sentados a la mesa del comedor pequeño y servidos por las muchachas como lo hacían los clientes.  Todo aquel de paso  que lo necesitaba tenía comida gratis.

El abuelo  Ruperto era un hombre de negocios, con una gran visión de futuro. Enseguida vio que aquellos cuatro vehículos que se movían por la  carretera,  serían cada vez más y más habituales. Solicito a CAMPSA una licencia e instaló un surtidor de gasolina delante de El Boliche. En aquel tiempo ya era un negocio porque no había muchos lugares donde repostar.

Sin embargo, la prosperidad de que gozaban era motivo de envidia y codicia para algunos entre ellos familiares y “amigos” Algunas personas en lugar de agradecer o simplemente estar contentos con lo que se les brinda bien sea amistad, trabajo o ayuda, guardan una especie de rencor  hacía sus benefactores, o simplemente no soportan el éxito ajeno.

Comenzaron los tiempo difíciles de la guerra pero se las arreglaban bien. Estaba prohibido matar animales pero en los caseríos se buscaba la forma de hacerlo. Mandaban a los 3 niños pequeños a Mariaca y de allí, escondidos, bajaban alimentos.  Mandaban a los 3 pequeños para no levantar sospechas.

No se dieron cuenta de algunos detalles que apuntaban a lo que les venía encima. Cuando volvieron a Amurrio de hacer unas compras en Bilbao, la tía consuelo y mi madre fueron a enseñarles unos abrigos rojos que habían comprado a una familia con las que les unía una estrecha relación. El comentario de una de ellas fue “Que bonitos, que pena que dentro de poco los tengan que teñir de negro”

La guerra civil  fue  la gran ocasión. Delataron al abuelo como republicano-rojo y acusarle en falso de haber quemado la iglesia de Amurrio.

Aprovecharon una foto en la que se veía al abuelo y la tía Consuelo y a mi madre en las escaleras del ayuntamiento,  la bandera republicana y unas flores respectivamente. Curioso porqué la fotografía, lógicamente era en blanco y negro. Después de muchos años nos hicimos con la dichosa foto.

Con la denuncia, comenzó el calvario de la familia.

Lo abuelos fueron avisados de la denuncia y de que iban a por el abuelo. Con todo el dolor del mundo por dejar a su familia sola, salió  apresuradamente de Amurrio acompañado por el tío Isaac, el hijo mayor por si podían tomar represalias contra él. Intentaron tomar un barco en Santander (Cantidad de gente intentaba salir de España en los diferentes puertos) pero solo admitían al abuelo y no quiso dejar solo a su hijo en tierra de nadie.

Se dirigieron  a Gallarta donde tenían familia por parte de la abuela para esconderse allí. en el caserío Estuvieron un tiempo Después el tío Isaac volvió con la familia que ya estaba instalada en Bilbao. El abuelo se trasladó a Las Arenas donde la tía María con tan mala fortuna que le mordió  un perro. Tenía que ir a ponerse inyecciones y a hacerse curas y en una de esas salidas le vio uno de Amurrio y dijo donde estaba.

Mientras tanto, el resto de la familia, la abuela, la tía María Jesús, el tío Pepito, la tía consuelo y mi madre tuvieron que salir de Amurrio. Tras la denuncia del abuelo les embargaron las cuentas del banco. El negocio era muy goloso y la abuela intuyó que les quedaba muy poco tiempo para que les dejaran en paz. Empezó a organizar la salida de Amurrio y fue muy oportuna porque de otra forma no hubiesen podido salvar nada y a saber qué hubiera pasado.

Algunas cosas  las fueron llevando a casa de la  tía Isabel y la tía Aurea, hermanas de la abuela. Más tarde, las llamadas  Patronicas, una familia de derechas, exigieron a la tía Isabel que les llevase a su casa las cosas que tenía de la abuela:. Relojes de pared, adornos, etc. Una sobrina carnal de la abuela, hija de la tía Isabel, trabajaba  como asistenta en otra de las familias denunciantes.. Un día después de que la familia tuviera que abandonar Amurrio, al entrar en la sala no pudo evitar comentar en alto “El reloj de la tía María”. Le dijeron que no volviese más.

La abuela había empaquetado todo lo que pudo y lo había hecho llevar a Arceniega,  al parecer con una furgoneta o camión que hacía el servicio Arceniega-Amurrio. Después cogió a los niños y se fue allí con ellos. Les dejaron dormir en la escuela junto con sus pertenencias, aconsejándoles que no se moviesen de allí oyeran lo que oyeran y que no hiciesen ruido. No quisieron soltar sus bultos y durmieron encima de los montones de libros que había por doquier para tener calor. Pasaron mucho miedo porque la escuela estaba en la carretera y se escuchaba las pisadas de los soldados que pasaban por allí.


Después, con el dinero que pudo sacar la abuela, alquiló un carro con bueyes para cargar lo poco que habían salvado y dirigirse  a Bilbao a casa de la Tía Juli, hermana del abuelo.  La tía Juli y sus hijas eran de derechas. En más de una ocasión entonaban el Cara al Sol que te puedes imaginar que gracia les hacía a la abuela y los niños, pero claro,  estaban en su casa.

Entre tanto, lo que aconteció en Amurrio fue que como temía la abuela, saquearon la casa. Entraron  y se llevaron todo. Tiraban por la ventana lo que no querían. La familia y algunos vecinos pudieron recuperaron algunas fotos medio rotas de las que arrojaban por la ventana. La familia Ibarrola actual propietaria de la gasolinera, se quedo con la casa que más tarde intimidando a los propietarios adquirió por dos perras gordas. Sin embargo fueron incapaces de mantener el negocio que quedo reducido a un bar y a cuatro comidas.



No contentos con ello, otra de las familias que entro en el reparto del botín fueron detrás de la abuela y a  mitad de camino volvieron a requisarle parte de lo poco que llevaba en el carro. Lo que consideraron de valor, las radios del bar y cosas así.

El viaje a Bilbao lo hicieron andando. Pernoctaban donde podían. El viaje fue largo pues con los niños caminando no se podía avanzar mucho. Los únicos que viajan en el carro de vez en cuando eran los 2 perros, que no quisieron abandonar. De vez en cuando también le sentaban a mi madre que era la más pequeña  Todavía recuerda el cansancio, las ampollas en los pies, el miedo.

Al llegar a Bilbao se encontraron con que los puentes para cruzar la ría (la casa de la tía Juli estaba en la calle de La Esperanza, en la parte vieja) habían desaparecido. En su lugar, los nacionales habían hecho una especie de puente con gabarras cubiertas con tablas. Las gabarras se movían en la ría y el puente no era muy seguro. Los soldados  lo custodiaban  decidiendo quien cruzaba y quien no. Les negaron el paso pero al final a un soldado le dio pena ver en que estado estaban la abuela y los críos y les dejo cruzar.  Por fin llegaron a su destino. La abuela pago por el carro bastante dinero pero el viaje no le salió rentable al Señor. Se quedó a dormir en Bilbao y a la mañana siguiente se encontró con que  se lo habían robado.

La tía Juli les acogió en su casa pero les cobraba por todo, por la casa, por la comida, por cualquier “extra”.  La abuela tuvo que buscar trabajo. Para aliviarle un poco la carga, las dos pequeñas, la tía Consuelo y mamá volvieron por un tiempo a Amurrio a la casa de la tía Isabel. También para seguir en la escuela de Amurrio.

Volviendo al abuelo, finalmente fue detenido y juzgado en Bilbao, en un edificio que habían habilitado para ese tipo de juicios. Solicito un careo con los que le habían denunciado pero no se presentó ninguno. El que si se presentó fue el cura de Amurrio, hermano (de la abuela de mi amiga) de uno de los denunciantes. Declaro que no solo el abuelo no había quemado la iglesia sino que no la había quemado nadie y que además se trataba de  una buena persona y una buena familia. Probablemente eso le salvó la vida. Sin embargo fue encarcelado en El Carmelo, el colegio adyacente a la iglesia del Carmen y que se convirtió en cárcel. Allí estuvo un tiempo, siempre con miedo, creyendo que en cualquier momento le podían fusilar. De allí, junto con otros nacionalistas, republicanos y comunistas, le trasladaron en un tren de mercancías a Galicia. En Galicia estuvo primero en un barco atracado en la isla de San Simón. Se trataba de un buque muy viejo, entraba el agua y había mugre y ratas. El barco estaba tan viejo que al final les desembarcaron a la isla a una especie de barracones que allí había. En dichos barracones solamente podían estar tumbados o sentados, no tenían altura para estar de pie. Solamente podían caminar cuando les sacaban fuera.

La isla de San Simón pertenece al pueblo de  Redondela. Los del pueblo se portaron magníficamente con los presos. Se acercaban cuando podían en barcas y les daban lo que podían. Recogían las cartas que los presos escribían a sus familias, se las hacían llegar y recibían las respuestas para ellos. Eran las llamadas madrinas de guerra. La que cuidó del abuelo se llamaba Carmucha Ella y su tía fueron los ángeles de la guarda del abuelo. Se portaron tan bien que cuando le pusieron en libertad y vio en qué estado tan lamentable se encontraba, le dijo que así no podía volver a casa y le estuvieron cuidando un tiempo hasta que se repuso. Le alimentaron y le compraron ropa nueva. Solamente entonces avisaron a la abuela de que ya estaba en libertad y regresó a Bilbao en un tren.
La abuela salió a recibirle a la estación. Es fácil de imaginar la emoción del reencuentro cuando ambos habían pensado muchas veces que no se volverían a ver.

Muchas de esas Madrinas de Guerra se casaron con sus protegidos entre ellos uno de Amurrio. En cuanto pudieron trajeron a Bilbao a Carmucha y la que se iba a casar con el amurriano. Fueron recibidas con todos los honores, agasajadas como se merecían. Les enseñaron la región y disfrutaron de unos días juntos. Siguieron en contacto por carta incluso después de haber fallecido el abuelo.

El abuelo llamaba a Carmucha su hija y ella y sus hijos decían que eran hermanos.

Muchos años después mis padres fueron de vacaciones a Galicia. Fueron a visitarla a ella y a su familia pues ya tenía hasta nietos. Les recibieron de maravilla. Estuvieron varios días juntos.  Volvieron encantados.

Por su parte, la abuela precisamente pensando en que lo que ella hacía lo estarían haciendo con el abuelo y otros presos, atendía como podía a los encarcelados en El Carmelo y en la cárcel de Bilbao, sobre todo a los amurriarnos. Una vez más la más pequeña era la que más iba a llevarles comida, tenía menos problemas para pasar.

Los presos la querían mucho, entre ellos el tío Revuelta. Había muchos carpinteros y ebanistas y le prometieron que cuando se casara le iban a hacer lo que necesitase. Cumplieron su palabra, le hicieron la cocina, el dormitorio y alguna cosa más.

No se sabe cómo, si por gestiones de la abuela, que era muy decidida y removía todo lo que podía, personándose donde hiciera falta o por casualidad el tren que transportaba a los presos de Bilbao a Galicia custodiado por la Guardia Civil,  paró en Amurrio. Ella sabía la hora exacta y avisó a la tía Isabel para que sacase de la escuela a la tía Consuelo y a mi madre y las llevase a la estación a la hora indicada, que el abuelo ya estaba preparado para al llegar a Amurrio poder despedirse de ellas. Así lo hizo la tía Isabel y las niñas se pudieron despedir de su padre. Las dejaron subir al tren un momento y pudieron abrazarle, besarle y oir de sus labios cuanto las quería. El tren tardo un poco más salir y desde arriba, el abuelo  les dijo que le dieran recuerdos al hijo de la maestra. Inocentemente así lo hicieron, le dijeron a la maestra recuerdos para su hijo de parte de nuestro padre. Digo inocentemente porque los recuerdo iban con segundas. El hijo de la maestra había contribuido lo suyo.

Pepito, Consuelo y mi madre también pasaron unos días en casa de la tía Mari en Las Arenas. Era requeté y el día de San Ignacio les quiso hacer poner una boina roja con borla. El tío Pepito les dijo a sus hermanas que ni hablar, que estando su padre en la cárcel no se ponían esa boina ni a tiros. A pesar que llovía torrencialmente, no se la pusieron, la llevaban debajo del brazo. La tía Mari se enfadó y les decía que por lo menos se la pusieran para no mojarse.

La abuela estaba trabajando en una pescadería de unos parientes lejanos. Mi madre la echaba mucho de menos y comenzó a ir a verla allí todos los días. Como era una niña muy guapa rubia y con los mismos ojos azules que la abuela les hacía gracia y pronto le empezaron a dar tareas. Sé que en una mesita pegaba sellos, me imagino que de los que se utilizaban entonces para todo en las cartillas. Y así fue como se quedo a trabajar allí  Siendo la pequeña para ella no hubo estudios más que los elementales.

Como casi todo el dinero que ganaba la abuela se lo tenía que dar a la tía Juli y encima no gozaban de intimidad, decidió alquilar un piso para la familia y se trasladaron a El Conde Mirasol. Allí acabaron todos juntos de nuevo y pese a todo fueron una familia muy feliz. La casa era punto de reunión de todos los amigos de los hijos. Todo el mundo era bien recibido. Se respiraba alegría.

Cuando el abuelo regresó a Bilbao intento por dos veces abrir un restaurante pero no le dejaron, le negaban los permisos por sus antecedentes. Trabajaba en lo que podía, hasta en el puerto. Un amigo le contrató para vigilar por la noche las mercancías que quedaban sobre muelle. Muchas noches, sus hijos iban a pasar un rato con él.

La tía María Jesús se casó con el tío Revuelta pero murió muy joven y dejando dos niñas de 2 y 1 año. La familia del Tío sugirió que cada familia paterna y materna, se hicieran cargo de una niña cada uno. Los abuelos se negaron a separar a las hermanas y se las llevaron con ellos. También porque la abuela dijo que le había prometido a su hija que cuidaría de ellas. Nunca quiso separase de ellas. La tía consuelo cuidaba de Estibaliz y mi madre de  Begoña (era su madrina) siempre la llamo su hija.

Al cabo de unos años le ofrecieron al abuelo un empleo en la ferretería de Llodio y allí se trasladaron los abuelos junto con Begoña y Estibaliz. La abuela continuó trabajando cuidando la casa y cosiendo. Hacía unos delantales preciosos que vendía muy bien sobre todo en los bares y restaurantes. Era una manitas, hacia vestidos, sabanas a punto de cruz, manteles … También tenía 2 pupilos que sintieron su marcha como si perdiesen a una madre..

No sé si tú recordaras los veraneos en Llodio.  Los abuelos eran felices con los hijos y nietos junto a ellos.

Cuando el abuelo murió bastante joven, el tío Revuelta le pidió a la abuela que fuese a vivir con él para así estar también con sus hijas. Así lo hicieron y ese fue el regreso a Amurrio.

La última anécdota que puedo contarte es que una vez en Amurrio, alguien de Llodio quería hablar con la abuela y se le ocurrió llamar a El Boliche y preguntar si la podían avisar. Le dijeron que sí que la avisaban encantados pero que no creían que quisiera ir. Acertaron no fue. Todavía tenían muchos de sus enseres en el bar.

El “señor” Ibarrola creo fue el primer alcalde de Amurrio del régimen . No sé si el primero pero por ahí estuvo y estuvo muchos años.

“Los hijos no tienen la culpa de los hechos de los padres …” Esa frase me la dijo la abuela siendo yo  muy niña.

Jugando delante de la casa de Amurrio conocí a una niñas de mi edad que vivía muy cerca. Nos hicimos muy amigas, estábamos juntas todos los días. Un día me pidió que la acompañase a su casa recoger algo. Su madre se interesó por saber quien era yo. Cuando se enteró que era la nieta de María, se deshizo en atenciones y me preguntó por toda la familia con mucho cariño, llamo a su madre, la abuela de mi amiga para “presentarme” y esta última tuvo la misma reacción.  Cuando volví a casa, le conté a la abuela donde había estado. Ella no dijo nada pero Begoña y Estibaliz estaban alborotadas.  Ese fue mi primer conocimiento de lo que le había pasado sucedido a la familia, hasta ese momento nadie me había hablado ni de guerras ni de los infortunios que habían sufrido. A grandes rasgos me contaron la historia, dijeron que la mamá y la abuela de mi amiga formaron parte de los denunciantes. Me quedé impactada y le dije a la abuela que no se preocupase, que no volvería a la casa y que si quería dejaría de jugar con mi amiga. Me preguntó si la niña era buena y educada y si yo estaba a gusto  con ella, que si así era, no me preocupase, que continuase con la amistad, que si tenía que ir a su casa que fuera y que ella podía venir a la nuestra cuando quisiera. Lo único que añadió fue “eso sí, que no te pregunten ni por mí ni por mis hijos”






Dos legajos del Sumario del Consejo de Guerra Sumarísimo establecido en Bilbao por los golpistas donde le condenaron a doce años y un día de Reclusión Menor.


Dos declaraciones encontradas.


 


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ISLA DE SAN SIMÓN EL 7 DE SEPTIEMBRE DEL 2012











De "Aillados", documental de Antonio Caeiro

El viaje de los supervivientes.- 2006









miércoles, 25 de julio de 2012

DIOS X DIOS = 4





Llantos y quejas, a producción. Ni salimos todos, ni esta afinado porque aún no he bajado a la piscina asin que,
 1, 2 3 
a correr ar campíri.

     Aun así, quizás os guste. 
         
Salud, Anarquía, Amnistía, Anís Tía 
o lo que más os guste.

Pdta.- En origen es HD 1280 x /20 pero en la red hay que subirlo como para un móvil.





Segunda y última versión 
 Muchísimas Gracias por verlo tan insistentemente, 
es lo más visto de mi blog, por eso os dedico una canción, 
triste, 
pero preciosa. 
Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
hhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

A la tercera... la vencida.